El Perú necesita paz y unidad: únete a la oración por nuestro país

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Oración por el Perú

Padre:

A Ti nos dirigimos esta mañana, y lo primero que sale de nuestros labios es darte gracias.

Gracias porque todos somos hijos en Jesús, tu Hijo amado. En Él nos reconocemos hermanos, y por Él podemos decirte “Padre”; por Él sabemos que podemos acercarnos a Ti con la confianza de un hijo que sabe que un papá bueno solo le va a dar cosas buenas.

Estamos aquí para pedirte por nuestro país, el Perú. Gracias por las bendiciones con las que has enriquecido nuestra tierra. Son incontables las maravillas naturales que nos admiran; es abundante el caudal escondido en nuestros mares, desiertos, montañas y selvas. Nos asombramos por la diversidad de nuestro territorio y por la belleza de nuestras tierras. Y aún más rebosamos de gratitud por lo que somos, herederos de una historia que, con sus luces y sombras, ha forjado en el crisol del mestizaje una forma de ser y de vivir que es portadora de valores profundamente humanos. Gracias por ser peruanos, por tener una cultura que ama, respeta y celebra la vida, que trabaja con tenacidad y creatividad, que espera y sufre con la mirada en un futuro mejor, que ama vivir en familia, que conoce el tesoro de la reciprocidad y la solidaridad. Gracias, Padre bueno, por tanta bendición.

¡Tantas maravillas que reflejan tu belleza y tu bondad que nos hacen decir con el salmista: “¿cómo pagaremos al Señor todo el bien que nos ha hecho?” (Sal 115)! Esta pregunta nos interpela en lo más profundo de nuestros corazones, Padre bueno, pues también tenemos que reconocer lo mucho que, como el hijo pródigo, hemos derrochado los bienes recibidos y hemos malgastado tus bendiciones. ¿Cómo entender que junto a tanta bondad, riqueza y posibilidades haya existido y exista entre nosotros violencia, corrupción, pobreza, indiferencia, malicia, envidia, mentira, crueldad y tantas otras actitudes y vicios que nos enfrentan quebrando la hermandad? ¿Por qué somos capaces de actos de valor y generosidad heroicos y también de hechos que degradan la dignidad humana? 

Con dolor, Padre bueno, reconocemos las rupturas que agrietan la unidad, que nos separan y dividen, que generan tanto sufrimiento especialmente entre los más vulnerables y necesitados de nuestra sociedad.

Hoy, especialmente, te necesitamos, Señor. Vivimos días difíciles en nuestra patria. Las heridas abiertas por el conflicto, la inseguridad, la desconfianza y la violencia aún sangran.

Muchos peruanos sienten cansancio, desilusión y miedo; otros han perdido la esperanza en sus gobernantes, en sus instituciones e incluso en sus hermanos. Parece que la incertidumbre y el desorden quisieran apoderarse de nuestra tierra.

Por eso venimos a Ti, como hijos que se saben necesitados, para suplicarte que no apartes tu mirada de nosotros. Derrama tu luz sobre este Perú que tanto amas. Danos la serenidad de los justos y la fortaleza de los que esperan en Ti cuando todo parece perdido. Que en medio del caos, resurja la virtud de la esperanza, esa virtud que “mantiene el alma despierta incluso cuando el mundo parece dormido en la oscuridad”. Aumenta nuestra fe,

Señor, para confiar en que el bien no ha sido derrotado, que tu Providencia sigue actuando silenciosamente, que contigo el futuro tiene sentido. Ayúdanos a sostener la esperanza que no engaña, que no es ingenua, sino firme y realista, porque se apoya en tu amor. 

Reconocerte, Señor, en medio de nuestros dolores, incertidumbres y fragilidades es también gracia: porque cuando la verdad nos toca el corazón, empieza el camino del cambio. Aceptar nuestra parte de responsabilidad, pedir perdón y desear un rumbo nuevo es el inicio de tu obra en nosotros. Y cuando ese deseo se enciende, la esperanza comienza a brillar. Padre, queremos cuidar esa llama. Queremos ser hombres y mujeres que no se resignan al mal, que creen que el bien es más fuerte, que confían en que tu Providencia nunca abandona a quienes te buscan con corazón sincero. Sabemos que el bien se abre paso silenciosamente, como una pequeña luz que vence la oscuridad, como una semilla que germina incluso en la tierra seca.

Haznos sembradores de esa esperanza que no engaña, porque su raíz está en Ti. Y de esa raíz nos alimentamos con la certeza de que el corazón humano es capaz del bien y del amor aún en medio de las situaciones más difíciles, dolorosas y degradadas; con la certeza de que si nos abrimos a la fuerza del amor y la verdad, podemos iniciar procesos de cambio que saquen lo mejor de nosotros para bien de todos; con la seguridad de saber que el bien se abre paso silenciosamente cuando unos cuantos encienden la velita de la esperanza y a ellos se suman otros, y luego otros, y entonces la Luz que viene de Ti ilumina el camino y hace retroceder a las tinieblas.

Por eso te rogamos, Padre: danos líderes que sean ejemplo de virtud y de servicio; hombres y mujeres que amen más el bien común que su propio interés; que sepan escuchar, dialogar y construir; que tengan fortaleza para resistir la presión, humildad para reconocer errores, y grandeza para servir sin buscar recompensa. Te pedimos por ellos, Señor: por nuestros gobernantes, nuestros jueces, nuestras fuerzas del orden, nuestros empresarios, nuestros líderes religiosos y sociales. Dales sabiduría, templanza y amor por la verdad. Y te pedimos también por cada ciudadano: para que ninguno de nosotros se sienta ajeno a la tarea de construir un país más justo, más fraterno y más unido.

Nos acercamos a un año decisivo para el futuro de nuestro país. Concédenos honestidad para proponer, sabiduría para elegir, grandeza de espíritu para superar diferencias y fuerza para sumar juntos por el bien de todos. Aleja, Padre bueno, las sombras de la mezquindad, del egoísmo, de visiones pobres y reductivas que nos encarcelan y agudizan las rupturas.

No permitas que perdamos la esperanza. No permitas que la violencia o la corrupción marquen nuestro destino. Haznos conscientes de que un país se reconstruye desde el corazón de sus hombres y mujeres, desde las decisiones pequeñas y cotidianas que se hacen por amor al bien.

Tenemos fe en las palabras de Jesús que nos aseguró que Tú escucharías todo aquello que te pidamos en su Nombre. Como la viuda del templo, en el Nombre de Jesús, insistentemente te pedimos por nuestro país, por los que tienen en sus manos tomar decisiones, por lo más olvidados y necesitados entre nosotros, por todos y cada uno de los que vivimos en esta tierra bendita. Mira con misericordia al Perú, sana nuestras heridas, devuélvenos la confianza, restaura la justicia, fortalece nuestra fe y reaviva nuestra esperanza.

Que tu luz disipe las tinieblas y que cada uno de nosotros sea instrumento de reconciliación, de paz y de fraternidad.

Amén.